•Una inteligencia artificial podría ser la única solución a la corrupción política

•Gobiernos, bancos e instituciones podrían funcionar de forma mucho más justa y eficiente

La investigación en inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, creando más y mejores algoritmos que si bien pueden hacernos la vida más fácil, también han empezado a amenazar la subsistencia de numerosos puestos de trabajo.

Cuando hablamos de los empleos que en un futuro cercano pueden desaparecer o ser realizado por máquinas, siempre se hace especial hincapié en aquellos relacionados con el transporte, ya que empresas como Google o Uber, han realizado grandes progresos en el desarrollo de los coches sin conductor; incluso alguna compañía aérea, como Boeing, ha anunciado ya sus pruebas experimentales para desarrollar vuelos comerciales pilotados por inteligencia artificial.

Es posible que muchos pasajeros no se sientan muy seguros en manos de una máquina y prefieran viajar en transportes pilotados por seres humanos, pero ¿y si preguntáramos a los ciudadanos sobre la posibilidad de ser gobernados por una inteligencia artificial?

Es difícil encontrar alguna profesión más desdeñada, criticada e incluso odiada que la de político. En cualquier lugar del planeta y muy especialmente en países como España, donde la corrupción política es un auténtico castigo para la sufrida ciudadanía, la posibilidad de ser gobernados por una máquina sería muy probablemente mejor recibida de lo que muchos de nuestros dirigentes podrían imaginar.

¿Sería posible crear un algoritmo capaz de administrar los recursos de forma equitativa, tomar decisiones justas y eficaces, realizar valoraciones, atender prioridades de los ciudadanos y sobre todo y ante todo, no caer en la corrupción?

Un desafío para los programadores
Desde el punto de vista de un programador existen al menos dos premisas que habría que tener en cuenta antes de celebrar el fin del político corrupto:

1. La definición completa de "decisión correcta" no existe y es demasiado abstracta para ser programada en una computadora, más allá de algunos libros de ciencia ficción.

2. La idea de que una computadora no puede ser corrompida sólo es plausible por la creencia general de que las computadoras toman sus propias decisiones. Mientras los seres humanos programen la máquina, ésta podría también ser corruptible.

Sin embargo, gracias al big data y los constantes avances in inteligencia artificial, un sistema de gestión inteligente puede aprender de sus propios errores e ir reajustando su comportamiento de forma similar a las redes neuronales que gobiernan el cerebro humano.

Es verdad y también muy triste que muchos ciudadanos votan a políticos por el simple hecho de representar una marca, una idea o por su carisma o aspecto físico. Pero incluso aquí la inteligencia artificial tiene algo que decir. Hace solo 2 años, el investigador Nick Beauchamp y su equipo de la Universidad Northeastern desarrolló un algoritmo capaz de predecir que es lo que hay que decir y cómo hay que comportarse ante el público para ser amado por éste y fomentar el odio hacia los rivales. Es un futuro tan fascinante como aterrador.

Pero un algoritmo inteligente no es un programa que se limita a procesar inputs para arrojar resultados. Lo que Google ha demostrado es que se puede enseñar al sistema una buena regla capaz de comprender el momento de encontrar otra regla mejor, para encontrar una regla aún mejor que las anteriores - y así sucesivamente. Un algoritmo es capaz de hacerlo, pero es la constante retroalimentación en tiempo real o feedback obtenido de sus usuarios, lo que permite al sistema contrarrestar las amenazas nunca previstas por sus diseñadores. Este tipo de algoritmos funcionan ya en todo tipo de aplicaciones, desde los filtros de spam de la bandeja de correo hasta los sistemas de protección anti fraude de las tarjetas de crédito y banca online.

La smartificación de la sociedad
Vivimos en un mundo informatizado donde las personas se expresan a través de las redes sociales y existe una aplicación para casi todo.

En este contexto, el último plan de Google para emplazar su sistema operativo Android en los relojes inteligentes, los coches inteligentes, los termostatos inteligentes, altavoces inteligentes, televisores inteligentes, etc, es predecible que pronto existirán incluso Smart-Politicians “políticos inteligentes”. En un futuro próximo, Google será el intermediario entre usted y su nevera, usted y su coche, usted y su basura, algo que nos hará la vida más fácil pero también estar expuestos al robo de datos, espionaje, hackeos masivos e incluso control por parte de las autoridades.

Esta "smartificación" de la vida cotidiana sigue un patrón familiar: hay datos primarios - una lista de lo que hay, por ejemplo, en su nevera inteligente y los metadatos - un registro de la frecuencia con la que se utilizan las cosas y nos comunicamos. Ambos producen un resultado interesante que puede dar lugar a objetos como colchones inteligentes, ropa inteligente, pulseras de fitness, etc, gobernadas por software capaz de hacer recomendaciones nutricionales, deportivas, etc.

El big data puede generar tal cantidad de datos personales y parámetros que podríamos alimentar una inteligencia artificial con más información de la que cualquier presidente de gobierno, ministros y todo su equipo de asesores o cargos de confianza podrían llegar a manejar e interpretar. Además una máquina no debe favores, no tiene amigos ni familia que colocar, no debe lealtad al partido ni pretende medrar para obtener un cargo, todo son ventajas.

Cuando se trata de manejar grandes cantidades de datos y realizar predicciones correctas la inteligencia artificial es una clara vencedora.

Los Intocables de la Era Digital
Seguro que recuerdan al emblemático grupo incorruptible que plantó cara a la mafia de Al Capone en el Chicago de los años 20. Es posible que hayamos perdido la esperanza de un pequeño grupo de personas pueda desmontar las enormes tramas de corrupción que protagonizan algunos partidos políticos, asolan las instituciones y pudren la credibilidad y la confianza de los ciudadanos día tras día.

Pero si un algoritmo es capaz de detectar el spam y luchar contra el fraude de las tarjetas de crédito, por qué no utilizarlo o perfeccionarlo para combatir el fraude fiscal? Una máquina podría hacer el trabajo igual o mejor que la oficina antifraude fiscal pero no haría distinciones a la hora de denunciar a un evasor de impuestos, tratando por igual a un obrero o a un miembro de la familia real.

Lo mismo podría aplicarse a otras instituciones como el Consejo del Poder Judicial o el Ministerio Fiscal, últimamente en tela de juicio por su condescendencia con algunos miembros del partido del gobierno.

Un potente algoritmo podría conocer el código penal al dedillo y realizar instrucciones sin tener en cuenta la ideología política del investigado.

También los bancos de inversión podrían verse beneficiados de sistemas de inteligencia artificial para controlar la gestión irresponsable de sus directivos. Un algoritmo inteligente no habría permitido que el directores y consejeros de bancos como CAM, CCMA, Bankia o recientemente el Banco Popular, llevaran a la banca rota entidades financieras por su alocada gestión y recibir para colmo millonarias primas e indemnizaciones.

Es posible que pensar en un gobierno honesto, justo y eficiente sea una utopía, pero nunca hemos estado tan cerca de crear las herramientas para conseguirlo.

También es posible que entregar el gobierno a una maquina sea una muestra de nihilismo sin precedentes en la historia de la humanidad, pero los algoritmos son también una creación humana y quizá la única solución a la sempiterna maldad que desde siempre subyace en las esferas de poder.