Las gafas inteligentes de Google fueron sin duda una de las mayores innovaciones tecnológicas de los dos últimos años. En 2013 todo hacía presagiar que el nuevo juguete de Google revolucionaría conceptos tan diversos como el mercado de los wearables, las aplicaciones móviles, el periodismo digital, la industria de la publicidad e incluso el sexo.
Sin embargo pronto empezaron a surgir problemas que retrasaron la venta al público del producto. Si bien el gigante de Mountain View no escatimó esfuerzos para la promoción del dispositivo (paracaidistas saltando y grabando con las gafas, programa "Explorers", un memorándum de consejos), algunos aspectos como el precio final de venta y la fecha de lanzamiento definitiva no terminaban de quedar claros.
En un principio las gafas sólo podían probarse con invitación participando en el programa Explorers pero más adelante estuvieron disponibles para el público de Reino Unido y USA por unos 1500 dólares. El éxito inicial fue absoluto: Google consiguió vender todas sus gafas de prueba en un solo día.
El producto tuvo que enfrentarse a problemas morales y de privacidad cuando en marzo del pasado año algunos establecimientos de California prohibieron su uso en lugares públicos. Muchos usuarios sintieron invadida su privacidad y reaccionaron con denuncias que se encontraron con una falta de regulación al respecto.
El miedo a la falta de privacidad, la seguridad y las distracciones al volante hicieron que en la primavera de 2014 el 72% de los norteamericanos no tuviera intención de usar el producto, según algunas encuestas. Podríamos decir que los ciudadanos aprendieron a odiar las Glass antes de probarlas, a nadie le gustó la idea de estar rodeado de personas que podían estar grabando y difundiendo imágenes subrepticiamente a través de sus gafas inteligentes. Incluso se acuñó un término despectivo con connotaciones escatológicas, Glassholes,para designar a los usuarios de las mismas.
Con el fin de llegar a un mercado más amplio, el producto de Google también tuvo que enfrentarse a los problemas de visión de los usuarios (más de la mitad de la población en España usa gafas o lentillas), motivo por el que la compañía estudió la producción de cristales graduados para sus gafas inteligentes.
Aun así el proyecto siguió adelante con la introducción de la tienda de accesorios , la música en streaming y los primeros acuerdos publicitarios con grandes anunciantes que encontraron en el nuevo dispositivo un soporte ideal para nuevas formas creativas e innovadoras de publicidad.
Adiós a Google Glass
La compañía ha anunciado el fin de la producción de las gafas inteligentes tal y como las conocemos ahora, que dejarán de venderse el día 19 de enero.
El anuncio da al traste con las predicciones de la compañía que según algunos cálculos pretendía vender más de 21 millones de unidades en 2018 por un precio de unos 500$, con beneficios anuales de 10.500 millones.
Los problemas morales, de aceptación (muchos empezaron a ridiculizar el producto), la falta de regulación, el aumento de la competencia, hicieron que muchos desarrolladores y grandes compañías como Twitter abandonaran en 2014 sus proyectos para Google Glass.
Sin embargo parece que lejos de abandonar definitivamente su producto, Google tiene otros planes.
Resurrección de Google Glass
Según anunció la compañía, las gafas inteligentes pasarán a desarrollarse en el Google X, el laboratorio de innovación donde se desarrollan productos como los coches de autoconducción, los globos para acceso a Internet, drones, etc).
"Continuamos construyendo para el futuro, verán nuevas versiones de Google Glass cuando estén preparadas", explicó la compañía en su comunicado.
Ivy Ross continuará dirigiendo las operaciones diarias Google Glass y Tony Fadell de Nest´s se hará cargo del proyecto Glass según informó The Verge.
El programa Work at Glass que ayuda a los usuario y las empresa a adoptar las gafas inteligentes también continuará, según informó Wall Street Journal.
Estos movimientos suponen un gran cambio en la forma de desarrollar el producto pasando de hacerlo de cara al público a esconderlo de las miradas y hacerlo más secreto.
Al principio "...tomamos esta postura porque queríamos diseñar un producto tan innovador de cara al gran público, explicó recientemente Isabelle Olsson, diseñadora jefe de Glass."Pero esto también expone al gran público el tiempo que tarda en desarrollarse el producto, algo que para la mayoría de las empresas supera los diez años", explicó Olsson en Fashionista.com.
Paradójicamente al tratarse de unas gafas, parece que el proyecto de Google no se ve del todo claro. Quizá la compañía está reconociendo su error al haber lanzado altas expectativas sin resolver previamente otros asuntos importantes. El tiempo dirá si el proyecto Google Glass termina siendo una realidad.